La elaboración de un contenido identitario siempre supone una reflexión, directa o indirecta, de los valores que conforman el grupo al que se hace referencia. La feminidad es una de esas construcciones de mayor complejidad a lo largo de la historia, grandes pensadoras como Woolf, De Bouvoir, Millet, Amorós han abordado el compendio de estructuras que históricamente han forjado la feminidad.
Eva Santín trabaja desde la plasticidad de sus piezas la delicadeza asociada al concepto femenino. Su posicionamiento circundante lleva al espectador a un terreno onírico donde proponer situaciones capaces de despertar sensaciones pertenecientes a un inconsciente femenino e independiente al género; Eva habla desde su feminidad sin pretender la universalidad de su planteamiento. Este es el factor que hace de la exposición que podemos disfrutar un espacio cargado de intimidad y delicadeza.
El conjunto de imágenes cuidadosamente elaboradas y dispuestas en un recorrido preciso mueve al espectador en dos recorridos sincronizados: su evolución cronológica en lo relativo a su producción y un elegante paseo por pensamientos de una mujer amante como es Ophelia. En ese paralelismo se encuentra la firmeza que caracteriza la obra de Eva Santín, la coherencia entre su producción de imágenes y su discurso es asegurada debido al uso de recursos estilísticos que le caracterizan. El uso del color como acentuación, recurrir al agua como elemento simbólico a la vez que sugestivo, movimientos etéreos en sus figuras o el trabajo del papel como si de grabaciones en la memoria se tratasen. Su tratamiento de la imagen, conjugando los instrumento de reproducción técnica junto con las poéticas tradicionales aportan al contenido un carácter contemporáneo basado en la reflexión meta-artística. El manejo riguroso de técnicas como el gofrado o la xilografía quedan plasmado en su manera de construir sus obras; visible en Veil, Thought o Cleanse.
Sin lugar a dudas, la serie Ophelia es la que atrae al espectador, no solo por su situación en sala sino por el poderoso carácter poético que atrapa la mirada del visitante. Cuerpos fluidos que se disipan en una agua cristalina generan un ritmo en la figura potenciado por la tensión visual que establece el vaporoso vestido rojo de su protagonista; detalle que detiene la mirada encerrándola en un sutil circuito de sentimientos.
Ignacio Tejedor
Las obras que se presentan en esta muestra reúnen las últimas creaciones de un proyecto de mayor envergadura en el que Eva Santín trabaja actualmente, empleando el elemento del agua como construcción del femenino imaginario, en este caso, a través de la figura de Ophelia. Ophelia ha sido objeto de numerosos estudios y ensayos. En palabras de Gaston Bachelard, “se aparecerá por siglos a los soñadores y a los poetas, flotando en su río, con sus flores y su cabellera extendida sobre al agua”. Y es que más allá de pertenecer a la literatura, Ophelia se convierte en un personaje mítico, atemporal, que personifica no sólo los conceptos de suicidio y muerte causadas por el mal d'amour, sino que también recupera el arquetípico carácter simbólico del agua, como transmisor de una metamorfosis (la metamorfosis hídrica de Ovidio), para “ahogarse en sus propias emociones”, y diluirse en el agua.
“A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la naturaleza para vivir en el propio elemento”.
(SHAKESPEARE, Hamlet, Act. IV, Esc. V) Además de la serie Ophelia, también se presenta Veil, como sinécdoque poética de la cabellera flotante y el agua, que anima todo un símbolo de la psicología de las aguas, y explica casi, por sí sola, todo el complejo de Ofelia del que habla Bachelard. También encontramos la serie Cleanse, que alude a la capacidad purificadora y sanadora del elemento líquido.